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viernes, 1 de mayo de 2009

Sobre Inmigración

Este es un texto que escribí a propósito de un trabajo sobre Inmigración que nos mandaron en clase...


Resulta medianamente fácil hacer un trabajo con una temática tan clara como esta. Resulta medianamente fácil leer libros, resumir, escribir y plasmar ideas en estas páginas virtuales. A veces no resulta tan sencillo coordinar un grupo, ni es tan sencillo cuando el tiempo te limita. Pretendimos hacer algo que superará en algún aspecto lo correcto, e intentamos mostrar originalidad. Pero nos costó más darnos cuenta de que quizás faltaba algo, algo de sentimiento que necesitamos que nos lo aconsejaran literalmente para entender que un trabajo como éste, entendida por una profesión como la que hemos elegido, podía quedar desvanecido si no volcábamos nuestro corazón en él. Quizás sea tarde para escribir esto en estas últimas páginas, y quizás se intérprete como un añadido para cumplir con lo aconsejado pero quizás pueda interpretarse como algo completamente sincero que en estos momentos me inspira a escribir.


Realmente es complicado reflexionar sobre términos tan contundentes como son educación, multiculturalidad, conflicto o inmigración. En un primer momento encuentras muy lejanos estos término y das gracias a algo o a alguien por mantenerte en esa distancia, te sientes muy egoísta en esos momentos pero sabes que ese pensamiento volverá a repetirse en otras muchas ocasiones. Y cuando paras a pensar cuál es ese sentimiento que no encuentras y que esa distancia no te deja ver, empiezas a darte cuenta de que no era tan lejano, y es más, lo viviste mucho más cerca de lo que pensabas. Y por todos esos recuerdos que me vienen a la mente reacciono para escribir lo que escribo.


Recuerdo a mucha gente que ha pasado por mi vida y siento que ellos son los verdaderos protagonistas de esta historia. Siento que, sin saberlo ellos, contribuyeron a crear mis pensamientos, a modificar mis ideales y a comprender cada una de las historias que me contaron en algún momento.


Sé que cuando comencé a hacer este trabajo me invadía una utopía positivista que buscaba alejarme de las cosas negativas y hacer algo dulce, muy dulce; tan dulce como aquellos pasteles cubanos que Inorkis traía al trabajo para sentirse cercana de los sabores de su tierra.


Quizás mi necesidad por verlo todo bello me limitaba a ver la cruda situación de algunas personas. Pero creo que el recordar a todas esas personas con una sonrisa en la boca me fueron suficientes para no ver más allá de lo que mostraban, necesitaban y aclamaban; o puede que esas sonrisas explotaran por agradecer que al menos algo iba algo mejor. Lo que está claro es que cada uno de ellos y ellas guardaba una historia que creo que en algún lado debe mostrarse, y ¿por qué no hacerlo aquí?


En la vida uno pasa por muchas fases, aunque creo que no pueden etiquetarse por mejores o peores, quizás alternativas, quizás necesarias o quizás vitales. Y esas circunstancias, de aquella fase, me llevaron a trabajar de joven en un salón de bodas, un trabajo duro para una chica que busca tener algo de dinero y decide “sacrificar” los fines de semana por ello. Ahora lo recuerdo como algo enriquecedor y resulta curioso porque justo es esa palabra una de las más repetidas en este trabajo. Un trabajo como ese hizo que durante casi 6 años conociera a gente tan diversa, tan dispar y de tantos lugares, y estos fueron los protagonistas y sus historias.


Adoraba a Edgar, su vitalidad era contagiosa y me anonadaban sus ganas de trabajar. Para él el trabajo era como un premio. Le gustaba reírse de su propia nariz, él decía que todos los armenios la tenían. Le encantaba hablar de esos montes armenios (los cuales ahora no recuerdo su nombre); decía que eran los más altos de Europa, aunque no constara en los libros y quiso que le hiciera un cuadro al óleo de ellos para colgar en su salón y recordar siempre como eran. Le encantaba salir de fiesta y bromear a todas horas. Recuerdo como un día me decidí a preguntarle como él y su familia llegaron a España. Después de dos años de conocerle creí que era el momento para que pudiera contarme algo tan íntimo como ese suceso. No lloró, pero tampoco rió. En su mirada había una mezcla de melancolía y de satisfacción, y esta última cobraba más fuerza cuando finalizaba la historia y concluía en que después de su padre, todos pudieron venirse. Me siento afortunada por haber logrado descifrar en su mirada lo que no contaban sus palabras. Ahora vive su matrimonio de conveniencia con la felicidad más absoluta y ama a su hijo de una manera ejemplar. Dice que los españoles no amamos como ellos, dice que somos muy exigentes y poco conformistas… Y no puedo evitar que una lágrima me caiga ahora mismo sobre la letra “m” cuando recuerdo cómo se convirtió en mi fiel mejor amigo en esa época y me presentaba al resto de sus amigos armenios diciendo que yo era su hermana. Creo que ninguno de ellos entendía que una mujer fuera su amiga simplemente. Edgar no comprende muchas cosas de España, pero ha acabado gustándole lo que tiene, creo que se ha acostumbrado a ello.


Inorkis pudo venirse junto a su marido y su hijo. Odiaba tener que trabajar de camarera teniendo su titulación como ingeniera, repudiaba esa normativa que hacía que sus estudios aquí no tuvieran casi valor, al menos no el valor que se merecía. Sus carcajadas son de las más contagiosas que he oído en mi vida, pero desvanecían cuando hablaba de cómo su hijo de 8 años estaba perdiendo ese precioso acento que a ella y a Pepe les caracterizaba; además el aspecto de su hijo se había europeizado completamente. Habrá quien piense que es más fácil para integrarse cuando un cubano no tiene la tez morena o ha perdido su acento, pero a Inorkis esto no le hacía demasiada gracia. Recuerdo como se enfadaba cuando alguno de los comensales le intentaba hacer la gracia diciéndole: ¡Hombre, cubana! ¿Y qué te parece Fidel Castro? Decía que si precisamente se había ido de Cuba era para no volver a oír hablar de ese hombre, y claro, aquí todo el mundo se lo recordaba cada vez que hablaba de su adorada tierra. Ella dice que no quiere volver a Cuba bajo ningún concepto pero creo que nunca acabe de creerla.


Siro es de Perú. La piel de su cara marcada de cicatrices refleja las calamidades que pasó en su tierra. Ya no recuerdo con exactitud la cantidad de guerrillas en las que me contó que estuvo. Le encanta bailar salsa y bachata, y además lo hace muy bien, pero muchas lo han rechazado en muchos bailes por su estética latinoamericana, creo que hasta yo he sido objeto de burla por bailar con él por esos poco afortunados corrillos de frívolas que juzgan por una apariencia y aun más, por una procedencia. Cuando habla de su padre y de su rancho se le queda pequeña la boca y cuando habla de sus hermanas no puede detener la lágrima que asoma por sus almendrados ojos. Siro ha llorado mucho en España y añora mucho el verde de sus campos. Aprueba las condiciones de España por darle una buena educación a su hija aquí, pero sabe que daría su alma por poder volver a ser feliz en su añorado Perú. Odia que lo relacionen con esos grupos latinos que invadieron durante un tiempo las secciones de sucesos de periódicos y de telediarios.


Claudia es muy tierna, muy mucho. Debe tener la edad de mi madre y acudió al salón para poder darles una mejor vida a sus siete hijos. Me sentía muy mal cuando yo llevaba unas zapatillas nuevas pagadas con el sueldo del fin de semana anterior, puesto que para ella ese dinero podía suponer el darles a sus hijos al menos tres comidas diarias. Coincidía con Inorkis cuando hablaba de lo fácil que pierden el acento los niños y niñas pequeños, pero Claudia a esto le daba menos importancia. Lo que más le preocupaba era lo poco que a su hija mayor le gustaba España. De ser una niña estudiante se había convertido en el patito feo argentino de su clase y, si dicen que para muchos el acento argentino es el mejor del mundo, por lo visto para los compañeros de la hija de Claudia, esa manera de hablar sólo era objeto de burla. Claudia es muy fuerte, demasiado quizás. Estuvo trabajando en el salón hasta el séptimo mes de su primer embarazo español y ello provocó que lo perdiera, perdió a su entonces anhelado hijo español. Es muy duro intentar comprender cómo el trabajo que daba de comer a sus hijos mató a su bebe. Ahora su hija española debe tener unos 2 años.


No sé qué era lo que me hacía olvidar todas estas historias, pero ahora me alegro enormemente de poder recordarlas. No sé si son útiles para este trabajo, para esta conclusión o sea donde sea el lugar donde pudiera colocarse este escrito. No sé si me he desviado mucho del tema o si he llegado a uno de los momentos más sinceros de este gran baile de letras. Lo que sé es que hay miles de historias debajo de cada sonrisa, y que una aparente sonrisa no debe alejarte de conocer cada uno de los relatos que necesitan ser escuchados. Siento que para mi ese trabajo me aportó algo completamente enriquecedor y confío ciegamente en todo lo que puedes aprender de cualquier cosa o persona que se cruce por tu vida o por tu cabeza. Siento que no todo el mundo está preparado para interpretar esas miradas pero creo que puedo ayudar y colaborar a esbozar sentimientos positivos a aquellos y aquellas que deben entender al diferente como un alma a explorar.

1 comentarios:

Peace dijo...

Me quedo muerta contigo...
Vaya baile, pero de lágrimas dulces.

Un abrazo, guapa.